En la BPM ‘Lope de Vega’

La Asociación Salud Mental Manzanares abre un espacio para el duelo: ‘Cuando el corazón duele’

Marta Enrique ofreció una emotiva charla sobre cómo abordar el dolor de la pérdida y la importancia del acompañamiento

En un paso significativo para visibilizar y abordar los desafíos de la salud mental, la biblioteca acogió ayer un acto cargado de emoción y esperanza. La Asociación Salud Mental Manzanares organizó la charla ‘Cuando el corazón duele. Afrontar el duelo y cuidar la mente’. Un encuentro destinado a hablar abiertamente sobre el dolor de la pérdida y cómo gestionarlo. Marta Enrique, desde su propia y conmovedora experiencia, fue la encargada de guiar al público en este importante camino.

En su primera actividad de sensibilización desde su reciente creación en octubre del pasado año, la Asociación Salud Mental Manzanares ofreció ayer en la BPM ‘Lope de Vega’ un espacio para abordar el duelo, cómo afrontarlo y gestionar esas emociones ligadas a él. En una puesta de largo muy especial para este recién nacido proyecto, su presidente, Néstor Ceballos, subrayó la necesidad de sensibilizar y luchar “contra el miedo y los prejuicios que a menudo rodean a la enfermedad mental”, alimentados en muchas ocasiones por representaciones dañinas. Por ahora, sus programas se centran en información, orientación y sensibilización, aunque aspiran a crecer y conseguir más recursos.

Pero el foco principal de la tarde fue, sin duda, el duelo. Marta Enrique, con “una valentía y generosidad” que reconoció al inicio del acto la concejala de Servicios Sociales, Prado Zúñiga, compartió su perspectiva, nacida de la experiencia personal más dura: la pérdida de su hija Andrea. Nos recordó, de entrada, que no existe una “balanza para medir el duelo”. Cada pérdida, ya sea de un ser querido por fallecimiento, de la salud por una enfermedad crónica, de una relación sentimental, un trabajo, o incluso la jubilación, implica un duelo. Y lo fundamental es entender que cada persona vive ese acontecimiento de manera única, incluso dentro de la misma familia, y no se le puede poner un tiempo límite.

Marta guió al nutrido público que se dio cita en la biblioteca a través de las que se identifican como las fases del duelo. Un recorrido que, insistió, no sigue un orden fijo, salvo la última parada. La primera sensación tras el impacto de una noticia devastadora puede ser la “despersonalización”. Que la ponente describió gráficamente “como meterse en el agua”, donde los movimientos se ralentizan y el entorno parece cambiar, aunque uno sea el mismo. Es la forma que tiene el cerebro de intentar procesar lo incomprensible.

Inmediatamente después, o intercalada, surge la negación, ese instintivo “no puede ser” ante algo que nos golpea. Un primer escudo emocional, fácil de reconocer. Del sufrimiento, la impotencia y el no saber qué hacer, a menudo brota la ira. Una forma de “vomitar ese dolor”, que afortunadamente, según Marta, no suele durar demasiado porque “desgasta mucho”. Y, en un giro que puede parecer sorprendente, aparece la negociación. Una fase curiosa donde se intenta pactar, “quizás con la vida, con Dios o con otros”, para revertir la situación. Es el instinto de supervivencia, el no rendirse, ese aferrarse a la vida incluso en las peores circunstancias.

Pero, sin duda, la fase que identificó como la más “peligrosa, oscura y solitaria” es la depresión. Un pozo profundo del que a menudo se presiona a la persona para que “salga”, sin comprender la magnitud de su dolor. Aquí, destacó el valor terapéutico de las lágrimas, explicando que estudios sugieren que ayudan a liberar sustancias tóxicas y restablecer el equilibrio del cuerpo.

Finalmente, la única fase que se alcanza al final del camino es la aceptación. Y aquí un punto crucial: aceptación no significa olvidar o “superar” el dolor, sino encontrar un “nuevo significado a la situación”. Es el difícil proceso de “perdonarse, quererse, abrazarse y volverse a encontrar”, de encontrar un “lugar para lo que perdemos” y, lo más importante, de “volver a invertir las emociones en la vida y en los vivos”. El duelo, nos recordó Marta, es un “proceso vivo” que fluctúa, que no tiene una fecha de caducidad. Pero la aceptación permite reubicar esa pérdida para seguir adelante, para “seguir danzando la vida”.

Esta charla fue también un emotivo homenaje a dos personas que ya no están, como la hija de Marta, Andrea, y el sobrino de Néstor, Andrés; y a tantas otras que se fueron antes de tiempo. Así la Asociación Salud Mental Manzanares se presenta como un faro de esperanza, un espacio para “descansar el alma”, para compartir y ponerle voz al dolor. Es un recordatorio poderoso de que, incluso cuando el corazón duele, la conexión humana, la comprensión y el apoyo son vitales en este camino. Y, como nos recordó Marta al cierre de su charla, no hay que tener miedo a llorar, pues incluso las lágrimas tienen un valor liberador.